Es febrero y vamos a hablar de matrimonio; pero antes hablemos de patrimonio, con qué ilusión comienzan a construirse las nuevas familias, los hogares, ese lugar a donde van a parar las promesas y juramentos de amor de este próximo catorce de febrero.
Uno de los principales objetivos de toda familia en sus inicios es contar con un lugar propio en donde desarrollar su vida y cotidianidad con privacidad, independencia y autonomía de sus padres o roomies, dependiendo de su antecedente inmediato.
Se llega a la conclusión de que es el momento de hacer un esfuerzo extra para comprar casa, pero como eso de los créditos es muy caro y aparte no es fácil acceder a un crédito hipotecario, entonces la opción inmediata o tradicional es comenzar con la búsqueda de un terrenito en donde después fincar una casita.
La idea no es mala y la intención es de lo más sensata pues solo de esa manera se van dosificando los recursos, conforme los haya, para comenzar a construir algo que sea acorde al presupuesto y sin echarse encima tanta deuda.
Sin embargo, en muchos casos esa inversión no tiene el fin deseado pues se compran terrenos con problemas legales, embargados, o que no estaba a nombre de la persona que dijo ser el dueño.
Por eso lo primero que hay que hacer para proteger la inversión después de revisar la ubicación del inmueble, investigar si cuenta con servicios públicos o con cuáles no cuenta, y la cantidad de trámites y dinero que hay que invertir antes de hacerlo habitable.
Así como la cercanía con escuelas, centros comerciales, mercados, hospitales, parques, transporte público y vías de acceso porque a la larga esto va a significar un ahorro en transporte y mejor comunicación con los espacios en donde habremos de hacer comunidad.
Debemos de revisar los papeles del terreno o lote -lo mismo sucede si se trata de una casa ya construida-, la persona que venda el inmueble debe acreditar ser el dueño legítimo o tener facultades legales suficientes para llevar a cabo la venta, como un apoderado con facultades de dominio que no haya sido revocado en su encargo.
Es importante ver las escrituras del inmueble, al final trae un número de inscripción definitiva que debemos consultar en el Registro Público de la Propiedad y del Comercio del lugar al que pertenezca la zona registral, con ese número es importante acudir a la oficina del Registro y verificar que la propiedad esté libre de gravamen.
Es decir, que no se encuentre afectada por alguna hipoteca o embargo o que no esté en litigio, porque si tiene alguna de estas notas vamos a comprarnos un problema en lugar de un patrimonio.
Por ejemplo, en el primer caso, hipoteca o embargo, significa que la propiedad está comprometida como garantía de pago por alguna deuda y que al momento de comprar estamos aceptando que la carga o gravamen que pesa sobre la propiedad la vamos a aceptar y que esa propiedad tarde o temprano tendrá que responder con su valor del pago de la deuda, con el riesgo de perder ahí todo lo invertido.
En litigio significa que el inmueble participa de un pleito judicial, ya sea de herederos, de copropietarios, de alguna nulidad de escritura, en fin, pueden ser muchos los supuestos, lo que es un hecho es que ese terreno tiene problemas.
Lo cual no es para nada sano comprar, porque justo lo que estamos buscando es la tranquilidad de comenzar a construir un patrimonio y liberarnos de preocupaciones y no hacernos más.
Sugiero en ningún caso dar anticipos o llegar hasta la presencia del notario para revisar los documentos o investigar si el que nos está vendiendo es el dueño, porque ante la presión del compromiso, el desconocimiento o la confianza, o hasta la ilusión de cerrar el trato, se termina cediendo a la firma y al pago.
Y nada que el vendedor nos diga que no es grave, que no importa o que lo resolverá porque de haber sido así de fácil, se habría hecho antes de la venta. Todos los casos son diferentes, pero más vale optar por algo que no tenga problemas, para proteger el patrimonio, ¡y hasta el matrimonio!
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@terecarbajal