El resumen de nuestra economía popular, donde el impuesto a la pobreza es el IVA porque los hogares mexicanos más pobres son los ocupan el mayor porcentaje de sus ingresos para poder comprar alimentos, en donde las cifras se maquillan para que parezca que estamos mejor, en donde las mujeres trabajamos más y ganamos menos.
Lo digo y lo afirmo porque me consta; no hay un solo día que no reciba de día, de noche y a veces madrugada mensajes desesperados de mujeres que me preguntan, Teresa, qué puedo hacer, ya no puedo más con tanta presión, pedí mil pesos a una financiera y llevo meses pagando semanal y nada más he abonado lo del interés.
Me duele recibir esos mensajes porque sé que esas mismas mujeres son aquellas que hacen más de cuatro turnos al día para poder dedicarse al cuidado de sus hijos, al de sus padres adultos mayores, a la preparación de los alimentos y a tener que hacer milagros como “la patita” para que rinda el dinero.
Las mismas que ganan menos en empleos formales; las que tienen que autoemplearse para completarse o buscar más de un empleo.
Privadas de estancias infantiles o sin ayuda en el cuidado de sus hijos, sin seguridad social, y dedicándose a lo que puedan, ellas a las que el Estado ha criminalizado por andar pidiendo prestado a financieras reguladas por nadie, o toleradas en su publicidad engañosa que les vende el sueño de un mejor futuro para su familia si acceden a un crédito.
Fue la necesidad de sostener el hogar como jefas de familia la que las arrojó a las garras del sistema financiero mexicano, que ahora las llama despectivamente “morosas”.
Y todavía algunos se preguntan por qué ellas han sido protagonistas de nota roja, cuando cayeron en el engaño del anuncio de empleo y fueron citadas a un lugar público de donde con trampas fueron sustraídas para no volver jamás a sus hogares.
O las que todos los días abordan el taxi o el camión para volver del trabajo con el crucifijo apretado en la mano para no ser víctima de algún delito. Aun así, nosotras las mujeres somos las mejores pagadoras.
Pensando en nosotras y en esta dolorosa estampa del rezago histórico en el que vivimos las mujeres y el papel que jugamos en la economía, en donde los sistemas laboral, económico, legislativo y de justicia nos han quedado a deber pues nos han condenado al endeudamiento por usura, ese cáncer de la economía que cada día se hace más grande.
Asistí a la invitación de un foro en donde participarían en su gran mayoría legisladoras para hablar de los avances y retos de las mujeres en la participación política de nuestro país, las vi por primera vez, pues las conocía solo por sus selfies y eso solo a algunas.
Fui ahí en nombre de nosotras, de todas ustedes; me dejaron hasta lo último cuando ya casi no había público, esperé paciente mi turno de cumplir con la encomienda que me dieron las mujeres barzonistas, decirles que hacen falta muchas leyes, y que no hay políticas públicas dirigidas a mujeres que nos estén funcionando.
Que nuestra situación actual económicamente está de la patada y que mientras para los bancos y dueños del dinero solo les basta presentar nuestra firma en una hoja de cuaderno en donde dice que debemos, nosotras tenemos que contratar “gladiadores” para poder entrar en la arena judicial, sin que eso nos garantice la supervivencia.
Agradezco a mi convocante al evento, una gran mujer, de lucha social sentida y genuina, por abrir el micrófono, y porque pude ver en mis oyentes ojos cada vez más redondos mientras les contaba lo que nos pasa a las mujeres y como es que el Estado ha institucionalizado la usura, sin que nadie haga nada.
Salí de ahí fortalecida, convencida que la sociedad civil organizada no debe perder jamás la esperanza, que seguiremos luchando porque estamos solas, pero nos tenemos a nosotras y hoy más que nunca tenemos que estar unidas para que nuestros hijos sean los beneficiaros de la lucha y resistencia que les habremos de heredar.
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